sábado, 9 de junio de 2012

Cruces

El martes me dio un arrebato y me apunté por libre a la romería de la Peña de la Cruz, a la que no acudía desde cuando Béjar estaba floreciente, aunque tengo que reconocer que el campo estaba esplendoroso, como suele en estas fechas, que es lo que le queda a esta urbe desnortada. Como dice un amigo mío, daban ganas de ponerse a cuatro patas y liarse a comer hierba, de bonito que estaba. En otros siglos me recuerdo recogiendo pamplinas por el camino, pero esta vez fue polvo a más no poder lo que me comí, del tráfico cosmopolita que de continuo me rebasaba. Jodía civilización.

Son ya muchas las veces que tengo subidas las cuestas que conducen a la Peña de la Cruz y sigo preguntándome a qué se debe esa cruz. Parece inmemorial, desde luego, por más que en los años setenta se levantara la que ahora contemplamos. Una vez que lo pregunté en público, alguien me respondió que se erigió con motivo de la victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa, pero lo cierto es que nunca he leído nada en ninguna parte que explique el origen de la tal cruz. Sabemos ya con certeza cómo se originaron los hombres de musgo, cómo fue la construcción de la plaza de toros, los detalles de la llegada de los flamencos, las vicisitudes de El Bosque o lo más grueso de lo que pasó en la Revolución de 1868, pero hay otras cosas de las que las noticias son escasas o ningunas. Valga el caso del origen de la Peña de la Cruz.

Ahora que estamos todos con el IBI a cuestas, convendría inventariar y tasar la prolija colección de cruces y derivados escultóricos que los bejaranos tenemos rodeándonos por todas partes, dentro y fuera, vigilándonos, instándonos a creer, acompañándonos en todo momento para que nuestra alma no esté sola en ningún rincón escondido, no sea que el diablo nos aceche y nos pille sin protección. Solo de Béjar a la Peña de la Cruz no sé las que habrá, de todas las formas y tamaños, a cada vuelta y revuelta. No pagan IBI, desde luego, y supongo que tampoco ocupación de espacio público ni nada parecido. Bien se dijo que la cruz era la marca comercial más antigua y rentable de las que en el mundo han sido y serán. Ni Coca-Cola ni Apple ni Nike disponen de tantos reclamos a la vista. Y si los tienen, pagan religiosamente.

Y por si fueran poco las estáticas, ahora a cada parpadeo se las encuentra uno moviéndose por las calles, por los motivos más variopintos, como si volvieran las Cruzadas contra el turco infiel. Atentos, porque llega el próximo domingo el órdago a la mayor, martillo de herejes. Otra vez a encerrarse en casa con una pila de libros. Entre la crisis y la clandestinidad, está uno que no le llega la camisa al Cuerpo.

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